El proceso médico que expropia la salud: una luz en la oscuridad (y el oscurantismo) de la pandemia

Lorenzo Gallego Borghini 14/01/2022
Compartido originariamente en DIARIOMEDICO.COM

En su último libro, los médicos Juan Gervás y Mercedes Pérez- Fernández cargan contra la gestión de la pandemia y critican un modelo sanitario tecnocéntrico y deshumanizado, marcado por la medicalización de la vida cotidiana.

Juan Gervás y Mercedes Pérez-Fernández, coautores de El proceso médico que expropia la salud.
[fotorretrato: Acta Sanitaria]

Desde el inicio de la pandemia, me he preguntado con qué términos hablarían de nuestra reacción desaforada lósofos como Ivan Illich, Thomas Szasz o Michel Foucault. Algunos podrían ser «barbarie salubrista», «casta médico-epidemiológica», «furor enmascarador», «teatro de la seguridad»: no son palabras de aquellos pensadores, sino del doctor Juan Gérvas, médico general ahora jubilado.

El doctor Gérvas es valiente. Es una de las pocas voces que se ha posicionado en público contra la ortodoxia de los encierros, las mascarillas omnipresentes o los pasaportes vacunales. En los tiempos de moral sanitaria que corren, su valentía tiene un precio: en julio, Twitter cerró su cuenta por «difundir noticias falsas», si bien luego se retractó. «Negacionista» posiblemente sea lo más suave que le digan.

Ahora, Juan Gérvas firma El proceso médico que expropia la salud, junto con su esposa Mercedes Pérez-Fernández, igualmente médica. Es un libro enjundioso, lleno de ideas punzantes pero también de esperanza, con la mirada puesta en una medicina distinta. Entre otras fuentes, los autores retoman el concepto de «iatrogenia social» planteado por Illich en su Némesis médica, no solo para cargar contra nuestra gestión de la pandemia, sino para criticar un modelo sanitario tecnocéntrico y deshumanizado, marcado por la expansión ilimitada de la prevención y la medicalización de nuestras vidas.

La medicalización se mani esta, por ejemplo, en la obsesión con los factores de riesgo: la tensión arterial, el colesterol, la analítica anual de rigor, el control semestral de los lunares, la presión intraocular, la próstata (nosotros), las mamografías (ellas). Yo, con cuarenta años recién cumplidos, y sin antecedentes patológicos reseñables, ya he entrado en esa rueda de «citas y recitas». Mi vida ya está medicalizada; no soy una persona sana, sino un «preenfermo».

El libro se estructura en quince capítulos con títulos tan sugerentes como «La búsqueda de la salud perfecta», «El incremento de la necesidad de consultar» o «La comercialización de la salud». Todos están ilustrados con casos clínicos reales, en los que palpita un ser sintiente y doliente ―una historia―, unidos por el vínculo común de la dignidad y nuestra idéntica capacidad para sufrir. De hecho, un hilo conductor de todo el libro es la necesidad de escuchar y conectar con esas historias, en toda su dimensión social y relacional, sin reducirlas a un conjunto de datos biométricos. Las recetas para encaminarnos hacia una medicina más digna y más humana son, entre otras cosas, reforzar la medicina general y la atención primaria; las recetas para los lectores, por encima de todo, son vivir con menos miedo y más alegría.

Cómo me habría gustado ser paciente del doctor Gérvas. El sociólogo Juan Irigoyen, profesor de la Universidad de Granada, opina que es un visionario, como fueron los enciclopedistas, y que su obra abre una ventana al futuro. Ojalá sea así. Yo, por lo pronto, he decidido aplicarme sus recetas.